Las apariencias engañan

La corbata le apretaba, pero la ocasión lo requería. En Nochevieja, si no vas elegante no te comes nada.

Ramiro lucía un bonito traje azul celeste, igual que su corbata que caía sobre una camisa de seda color crema.

Dudaba si hacía ocho o nueve meses que no estaba con ninguna chica. Desde que se llevó a su amiga Andrea a la cama el dia de su cumpleaños no había vuelto a estar con nadie. "Demasiado tiempo para un tio de diecinueve años. De hoy no pasa... Voy a ir a saco con Sandra".

Ya en la entrada de la discoteca, Ramiro coincidió con su colega Fran.

- ¡¡¡Heyyy!!! Rami anda que vienes bonito tú hoy je,je,je. ¿Qué te has puesto... el pijama de tu padre...?

- Anda calla. ¿Qué traes hoy?

- Hoy algo especial, la ocasión lo merece. He pillado estas a unos que conocía mi hermano. ¡Vas a flipar! Eso sí, valen el doble así que suelta la pasta...


Las ganas de coger un buen ciego le podían a Ramiro, que sin embargo, no descartaba el tema de Sandra.

Bien avanzada la noche, por fin apareció ésta. Llevaba un vestido ceñido que dejaba al descubierto buena parte de sus pechos.

- Sandra, ven.

Como de costumbre, Ramiro le pasó el tripi a su amiga, la cual no tardó en tenerlo en la boca. Visto y no visto.

Más tarde, y sin saber cómo, Ramiro estaba en el oscuro baño de la discoteca tirándose a la chica que estaba semidesnuda entre él y la pared. Se dio cuenta de que era Sandra.

"Sin duda estas sí que eran especiales como me dijo Fran. Esta es la mejor nochevieja... mmmm"

Siguió haciéndolo durante un buen rato concentrado en morder la oreja y oler el cuello de la chica que tenía aupada contra los azulejos. Cuando acabó, bajó a la chica para ponerla en el suelo.

"Pero ¿quién es esta tia tan grande?" Sin embargo era Sandra, aunque la recordaba bastante más baja. Al momento, notó una humedad excesiva en su camisa, corrió al espejo del baño mientras Sandra se quedaba inmóvil contra la pared sin articular palabra. Ramiro tanteó desesperado hasta que logró dar con el interruptor oxidado del lavavo y contempló horrorizado su camisa de seda color crema invadida por una enorme mancha roja.

- ¡Sandra!

Fue a por ella que seguía sin apartarse de la pared, la vio allí, con la cabeza mirando al suelo y sin parar de sangrar por el pecho. Trató de cogerla en brazos pero el perchero metálico del baño estaba incrustado en su esternón y apenas podía moverla de aquel sitio.

Ramiro fue acusado de violación y asesinato, aunque la peor condena era la que sufría en su interior.