Estoy aquí

-Luis... ¿te pasa algo?
- ¿Qué?... no, es que he dormido poco hoy.
- Por cierto, ¿oiste algo anoche? llevo ya un tiempo escuchando un ruido extraño que parece que viene del techo.
- Serán las ratas.
- Claro je,je. Bueno Luis, te dejo que mañana madrugo, que te sea leve.

Luis se quedó sólo. De nuevo. Una noche más.

Él sabía que pronto tendría que acabar dejando el trabajo de vigilante, de lo contrario, acabaría volviéndose loco.
No pasaron ni cinco minutos desde que vio el coche de Angel abandonar el recinto cuando volvieron los temblores y el sudor frio de cada noche. De nuevo en su cabeza sonaba esa temible voz angelical que le susurraba dulcemente provocando que se le erizara de forma permanente el vello de todo su cuerpo.

- "Estoy aquí, estoy aquí".-

Luís no podía quitarse esas palabras de la mente.

De pronto, se dio cuenta de que poco a poco, la voz se desvanecía hasta quedar prácticamente en un suspiro que él podía notar fríamente en el oído.

El vigilante, que permanecía encojido sentado en el suelo de la estancia, se levantó como buenamente pudo creyendo que todo había acabado. Entonces, al girar la cabeza hacia su derecha,  pudo contemplar esa figura levitando en el oscuro pasillo.

Luis notó cómo le faltaban las fuerzas para tenerse en pie y, presa del pánico, su corazón estalló poniendo fin a un eterno sufrimiento.
La policía encontró escritas las palabras "abirra darim" junto al cadáver. Le dieron una nimia importancia, ya que dedujeron que Luís había muerto de un infarto.

Mientras tanto, durante un tiempo, Clara continuó insistiendo en su acto de informar al nuevo vigilante del turno de noche que ella se encontraba justo encima suyo; aunque en pocos días el olor le haría darse cuenta a éste de que ahí arriba había algo más que ratas.