Diario de Miguel

Otro caluroso día. Las gotas de sudor no paraban de resbalar por la frente de Miguel provocándole un suave cosquilleo. De nuevo oscuridad, sangre, gritos y dolor. Las sombras le acechaban y él lo sabía. De pronto se acercaron a él: le arrancaron las uñas, luego le machacaron los huesos de una mano mientras le cortaban la otra. Llegó el turno de los ojos: cuidadosamente se los sacaron con sus afilados dedos y tiraron hasta separarlos por completo de su cráneo. Lo abrieron en canal y empezaron a sacarle las vísceras lentamente. Miguel sentía cómo su cuerpo se vaciaba. Sólo quería morir lo antes posible.
- Mátame, ¡mátame!, ¡mátame!, ¡mátame!
Los gritos ahogados salían de su garganta impulsados por el último aliento que restaba en sus pulmones.
Lo siguiente fué su cabeza, ¿se la limpiaban antes de abrírsela? Notó que una de las sombras se ensañaba con su brazo. Le apretaba fuertemente a la vez que clavaba sus colmillos en él. Sus ojos vieron de nuevo el sol brillar a través de la ventana. Una dulce mujer le limpiaba la frente a la vez que el enfermero terminaba de administrarle la medicación. Llegaba a su fin otro caluroso día.

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